Pensamiento de Marx (Marxismo)


Pensamiento de Marx (Marxismo)

La obra de Marx ha sido leída de distintas formas. En ella se incluyen obras de teoría y crítica económica, polémicas filosóficas, manifiestos de organizaciones políticas, cuadernos de trabajo y artículos periodísticos sobre la actualidad del siglo XIX. Muchas de sus obras las escribió junto con Engels. Los principales temas sobre los que trabajó Marx fueron la crítica filosófica, la crítica política y la crítica de la economía política. Testigo y víctima de la primera gran crisis del capitalismo (década de 1830) y de las revoluciones de 1848, Marx se propuso desarrollar una teoría económica capaz de aportar explicaciones a la crisis, pero a la vez de interpelar al proletariado a participar en ella activamente para producir un cambio revolucionario. Tras la muerte de Marx, pensadores como Engels, Lenin y Plejánov se dedicaron a divulgar las ideas de Marx, además de expandirlas y aplicarlas.

Algunos autores pretendieron integrar la obra de Marx y Engels en un sistema filosófico, el marxismo, articulado en torno a un método filosófico llamado materialismo dialéctico. Los principios del análisis marxista de la realidad también han sido sistematizados en el llamado materialismo histórico y la economía marxista. Del materialismo histórico, que sitúa la lucha de clases en el centro del análisis, se han servido numerosos científicos sociales del siglo XX: historiadores, sociólogos, antropólogos, teóricos del arte, etc. También ha sido muy influyente su teoría de la alienación.

Otros autores, entre los que destaca Louis Althusser, argumentan que los escritos de Marx no forman un todo coherente, sino que el propio autor, al desarrollar sus reflexiones críticas sobre la economía política durante la década de 1850, se desembarazó de su propia conciencia filosófica anterior y comenzó a trabajar científicamente. Desde esta perspectiva no existiría una ciencia marxista, sino un científico, Karl Marx, que fue un pionero en la comprensión de los mecanismos fundamentales que rigen el funcionamiento de la sociedad moderna, en especial con su reelaboración de la teoría del valor, y cuya obra cumbre fue El capital.

Influencias

El pensamiento de Marx demuestra influencias de muchos pensadores anteriores y contemporáneos. Era políglota y supo escribir e incluso hablar en varios idiomas como: ruso, italiano, español, francés, inglés y alemán. Desde su juventud, leyó y estudió diversos autores literarios y filosóficos como: Aristóteles, Epicuro, Montaigne, Bacon, Leibniz, Spinoza, Voltaire, Hume, Paine,  Kant, Hegel, Fichte, Schiller, Goethe,  Heinrich Heine, Dante, Shakespeare, Cervantes, Moliere y Dickens entre muchos otros.​

En Tres fuentes y tres partes integrantes del marxismo, el político, filósofo y revolucionario ruso Vladimir Lenin expresa las principales influencias en el pensamiento de Marx fueron: la filosofía clásica alemana con el idealismo de Hegel (véase Marx y Hegel) y el materialismo de Ludwig Feuerbach; la economía política clásica inglesa con Adam Smith y David Ricardo; y la teoría socialista y revolucionaria francesa con los socialistas utópicos.​ A ellas, Manuel Sacristán señala una cuarta influencia más: el propio movimiento obrero, que se encontraba activo en Europa occidental.​

Mientras Marx se formaba en filosofía, recibió la influencia del filósofo alemán Hegel, predominante en Alemania en aquel tiempo. De este autor tomó el método del pensamiento dialéctico, al que, según sus propias palabras, pondría sobre sus pies; significando el paso del idealismo dialéctico del espíritu como totalidad a una «dialéctica del devenir constante» donde la síntesis, a diferencia de Hegel, no había sido realizada. Además, sigue utilizando el método dialéctico para analizar las contradicciones en la historia de la humanidad entre el capital y el trabajo.

Las otras contribuciones importantes a la revisión del hegelianismo de Marx provienen de Engels (quien consideró haber llegado «al mismo resultado» que él «por distinto camino» en La situación de la clase obrera en Inglaterra​), que llevó a Marx a concebir la dialéctica histórica en términos de conflicto de clases y a ver a la clase trabajadora moderna como la fuerza para la revolución,​ así como del socialdemócrata Friedrich Wilhelm Schulz, quien en Die Bewegung der Produktion describió el movimiento de la sociedad como «fluyendo de la contradicción entre las fuerzas».

Otras influencias incluyen a los jóvenes hegelianos, así como los mecanicistas franceses Diderot, Claude Adrien Helvétius y d’Holbach;​ y el análisis las primeras descripciones de la clase obrera por liberales franceses y sansimonianos como François Guizot y Augustin Thierry. Marx también vio en la nueva comprensión de la biología provocada por el El origen de las especies de Charles Darwin como esencial para el socialismo y la lucha de clases.

Periodos del pensamiento de Marx

Una interpretación sobre el desarrollo de la obra de Marx, proveniente del francés Louis Althusser, considera que los escritos de Marx se dividen en dos etapas: Marx joven y Marx maduro. Esta interpretación es relevante en la exegética marxista, pero a la vez es muy polémica y pocos autores la mantienen hoy en día.

Distinción Marx joven y Marx mayor

Según Althusser, 1845, el año de La ideología alemana y las Tesis sobre Feuerbach, marca la ruptura epistemológica (concepto tomado de Gaston Bachelard) con los Marx de los Manuscritos económicos y filosóficos de 1844. A partir de la cual Marx rompe con su etapa anterior, ideológica y filosófica, e inaugura un período científico en el cual desarrolla estudios económicos e históricos usando el método del materialismo histórico. Como diría Althusser, Marx inaugura el continente historia.

El joven Marx es usualmente aún considerado como perteneciente a la filosofía del humanismo burgués, la cual él mismo -ya en su etapa madura– criticó posteriormente junto al idealismo alemán, basándose en que las relaciones sociales de producción primaban por sobre la conciencia individual (los cuales según Marx eran el producto o reflejo de la ideología). Algunos autores destacaron el lado humanista de la obra de Karl Marx y cómo él en sus escritos tempranos se enfocó en la liberación de la esclavitud del salario, a partir de su teoría de la alienación que ellos afirmaban que era un elemento olvidado de los escritos de Marx pero central para poder entender su obra posterior.

Este es, eminentemente, el período de su magna obra: El capital. Crítica de la economía política. No hay que olvidar, por otro lado, los textos de los que esta obra surge: la Contribución a la crítica de la economía política (que dará material para el primer capítulo de El capital) o los Grundrisse, cuyo tardío descubrimiento dio mucho que hablar sobre las continuidades de Marx con su primera etapa, y proporcionó argumentos a los críticos de la ruptura epistemológica. Durante su etapa de madurez, la obra de Marx se vuelve más sistemática y surgen sus conceptos económicos más destacados: la teoría del valor, la explotación como apropiación de plusvalía, o la teoría explicativa sobre las crisis capitalistas.

Ernest Mandel distingue tres posiciones diferentes a respecto esta división del pensamiento de Marx:

  1. Los que consideran que las concepciones del joven Marx de los Manuscritos económicos y filosóficos sobre el trabajo alienado no solo contradicen el análisis económico del El capital, sino que fueron un obstáculo que dificultó al joven Marx aceptar la teoría del valor-trabajo. Para los representantes extremos de esta escuela, el concepto de alienación es un concepto «premarxista» que Marx tuvo que superar antes de poder llegar a un análisis científico de la economía capitalista;
  2. los que consideran que frente al Marx de El capital, el Marx de los Manuscritos plantea de manera más «total» e «integral» el problema del trabajo alienado, especialmente dando un carácter ético, antropológico y incluso dimensión filosófica de la idea; estas personas o contrastan a los dos Marx o «revalúan» El capital a la luz de los Manuscritos;
  3. por último, quienes intentan negar que existe alguna diferencia entre los Manuscritos Económico y Filosófico y El capital, y encuentran lo esencial de las tesis de El capital en los Manuscritos (como los humanistas marxistas).

Los marxistas humanistas no argumentan que el pensamiento de Marx nunca se desarrolló pero critican la dicotomía presentada entre el Marx joven y el maduro como demasiado rígida y que reconoce la continuidad del propio desarrollo de Marx. Por su parte, François Châtelet negó la existencia de una eventual ruptura en 1857 entre el Marx joven y el Marx maduro, quien habría entonces descartado sus eventuales errores ideológicos anteriores y pasado a asumir a partir de entonces la maestría o dominio de su sistema de pensamiento. Por el contrario, él consideró que algunas tensiones que existían en sus propios pensamientos continuaron hasta su muerte en 1883.

Otros autores, incluido Erich Fromm, niegan la «ruptura epistemológica» y sostienen que la idea de enajenación es la fundamental durante todo el pensamiento de Karl Marx. Más cercanos al humanismo, no consideran que haya un joven y un viejo Marx y reivindican la continuidad de su obra alrededor de un concepto del hombre y su enajenación en el capitalismo. Por su lado, Étienne Balibar alega que las obras de Marx no pueden ser divididas en económicas (El capital), filosóficas e históricas (El 18 de brumario de Luis BonaparteLa guerra civil en Francia de 1871, etc.).​ Isaiah Berlin sostuvo que la dicha distinción fue un intento de rescatar a Marx y su pensamiento de Stalin.

Filosofía y crítica social

La polémica de Marx con otros pensadores a menudo se produjo a través de la crítica y, por lo tanto, se le ha llamado «el primer gran usuario del método crítico en las ciencias sociales».145146​ Criticó la filosofía especulativa, equiparando la metafísica con la ideología.​ Al adoptar este enfoque, Marx intentó separar los hallazgos clave de los sesgos ideológicos.​ Esto lo distingue de muchos filósofos contemporáneos.

Pero si construir el futuro y asentar todo definitivamente no es nuestro asunto, es más claro aún lo que, al presente, debemos llevar a cabo: me refiero a la crítica despiadada de todo lo existente, despiadada tanto en el sentido de no temer los resultados a los que conduzca como en el de no temerle al conflicto con aquellos que detentan el poder.
Karl Marx, Carta a Arnold Ruge (en Kreuzenach), Alemanía, 5 de marzo de 1852

Marx resume sus aportaciones de la siguiente forma en su correspondencia:

1) que la existencia de las clases sólo va unida a determinadas fases históricas de desarrollo de la producción (materialismo histórico);2) que la lucha de clases conduce, necesariamente, a la dictadura del proletariado;

3) que esta misma dictadura no es de por sí más que el tránsito hacia la abolición de todas las clases y hacia una sociedad sin clases (comunismo).

Karl Marx, Carta a Joseph Weydemeyer (en Nueva York), Londres, 5 de marzo de 1852

Materialismo, dialéctica y praxis

El pensamiento de Karl Marx es decididamente materialista, donde «lo único real es la naturaleza»,​ inspirándose en el atomismo antiguo de Demócrito y Epicuro (su tesis doctoral) el mecanicismo anglofrancés y especialmente en Ludwig Feuerbach, que representaban «la lucha, no sólo contra las instituciones políticas existentes y al mismo tiempo contra la religión y la teología, sino también […] contra la metafísica en general» (entendiendo por ella toda «especulación ebria», a diferencia de la «filosofía sobria»).

Marx pone de nuevo en pie la dialéctica hegeliana, entendiéndose la dialéctica como proceso y movimiento a través de la superación sintética de las contradicciones, considerando que lo primario es la materia, y no el espíritu o la idea, es decir, que «lo ideal no es más que lo material transpuesto y traducido en la cabeza del hombre” (materialismo dialéctico).​ Rompe así con el idealismo alemán de la Fenomenología del espíritu de Hegel, para el cual la naturaleza es sólo la «enajenación» de la «idea absoluta» para más tarde recobrar «su ser en el espíritu, o sea en el pensamiento y en la historia». Feuerbach difería de Hegel al argumentar que Dios es una «alienación» o proyección de la naturaleza humana sobre una idea externa. De aquí, Marx retomará el concepto de «alienación».

Sin embargo, Marx reprocha al viejo materialismo el hecho de que conciba al ser humano como una abstracción y no como el producto de todas sus relaciones sociales, lo que califica de materialismo «vulgar». Este materialismo no comprendía la importancia de la «actividad práctica revolucionaria», pues la actividad teórica viene determinada por las condiciones prácticas, materiales y sociales en las que se desarrolla el ser humano.​ En este sentido, no pretende explicar la praxis con una teoría, sino la teoría por la praxis.​ De aquí surge la frase: «Los filósofos solo han interpretado el mundo de distintos modos, pero de lo que se trata es de transformarlo«.

El arma de la crítica no puede soportar evidentemente la crítica de las armas; la fuerza material debe ser superada por la fuerza material; pero también la teoría llega a ser fuerza material apenas se enseñorea de las masas…
Karl Marx (1844) Crítica de la filosofía del derecho de Hegel
La vida social es esencialmente práctica. Todos los misterios que descarrían la teoría hacia el misticismo, encuentran su solución racional en la práctica humana y en la comprensión de esta práctica.
Karl Marx (1845) Tesis sobre Feuerbach. Tesis VIII.

Alienación, ideología y crítica de la religión

Como Tocqueville, que describió un despotismo burocrático sin rostro y sin déspota identificable,​ Marx también rompió con los pensadores clásicos que hablaban de un solo tirano, como Montesquieu, quien discutía solo la naturaleza del déspota. En cambio, Marx se propuso analizar «el despotismo del capital» sobre la base del «movimiento de la ley de la oferta y la demanda de trabajo completa».​ Según Marx, si el materialismo explica la conciencia por el ser, concluye que la conciencia social se explique por el ser social.

[E]n la producción social de su vida los hombres establecen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a una fase determinada de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia.
K. Marx (1859) Prólogo a la Contribución a la crítica de la economía política.

Para Marx y Engels, la característica principal de la naturaleza humana es el trabajo, “un proceso entre el hombre y la naturaleza, un proceso en que el hombre media, regula y controla su metabolismo con la naturaleza”.​ Al actuar sobre la naturaleza, el hombre la modifica y se modifica a sí mismo. Esto implica una facultad de representación por parte de las personas en su trabajo. No obstante, el trabajo bajo el capitalismo pasó a ser para el obrero una maldición en lugar de ser una necesidad o una fuente de alegría para autorrealizarse. En el Manifiesto comunista, Marx y Engels explican cómo la industrialización y la división del trabajo reifica (verdinglichung) todo carácter autónomo del trabajador, volviéndolo «en un simple resorte de la máquina, del que sólo se exige una operación mecánica, monótona, de fácil aprendizaje».​ Desde el punto de vista capitalista, el trabajador no es una persona en sí misma, sino una mercancía, como fuerza de trabajo.​ El trabajador pierde la capacidad de determinar la vida y el destino cuando se le priva del derecho a pensar (concebirse) a sí mismo como el director de sus propias acciones. Cuando el producto del trabajo del hombre deja de satisfacer sus necesidades se vuelve algo ajeno. Es decir, el producto cobra una existencia totalmente independiente del hombre que fue quien la produjo. Una vez que ese producto cobra su independencia, se genera un estado de «alienación» —Entfremdung—, «un proceso por el cual las personas se vuelven ajenas al mundo en el que viven» y empobrece a la persona sociohistórica negándole la posibilidad de modificar aspectos de los ámbitos en los que se ve involucrado, provocándole, según Engels, una falsa conciencia de su realidad.

La Economía Política oculta la enajenación esencial del trabajo porque no considera la relación inmediata entre el trabajador (el trabajo) y la producción. […] ¿En qué consiste, entonces, la enajenación del trabajo? Primeramente en que el trabajo es externo al trabajador, es decir, no pertenece a su ser; en que en su trabajo, el trabajador no se afirma, sino que se niega; no se siente feliz, sino desgraciado; no desarrolla una libre energía física y espiritual, sino que mortifica su cuerpo y arruina su espíritu. Por eso el trabajador sólo se siente en sí fuera del trabajo, y en el trabajo fuera de sí. Está en lo suyo cuando no trabaja y cuando trabaja no está en lo suyo. Su trabajo no es, así, voluntario, sino forzado, trabajo forzado. Por eso no es la satisfacción de una necesidad, sino solamente un medio para satisfacer las necesidades fuera del trabajo. […] En último término, para el trabajador se muestra la exterioridad del trabajo en que éste no es suyo, sino de otro, que no le pertenece; en que cuando está en él no se pertenece a sí mismo, sino a otro.
Karl Marx (1844) Manuscritos económicos y filosóficos, Primer Manuscrito: El trabajo enajenado

En los Manuscritos económicos y filosóficos de 1844, Marx describe cuatro tipos de alienación: 1) del producto, donde el trabajador ve su producción como un objeto ajeno y que lo domina; 2) del proceso laboral: donde trabajador ve su propia actividad como con una actividad extraña que no le pertenece; 3) de otros trabajadores: cuando el trabajador compite contra otro trabajador, alejándolos así de sus intereses económicos mutuos; 4) de sí mismo: cuando la naturaleza humana o el ser genérico (gattungswesen) de los individuos no es discreta o separada de su actividad como trabajador.​ En La Sagrada Familia (1845), Marx y Engels dicen que tanto los capitalistas y el proletariado son alienados, pero lo experimentan de formas diferentes.

Según Herbert Marcuse, además de la alienación dada en el ámbito laboral (económica), considerada para Marx única enajenación real, la enajenación se da en la sociedad (a través de la lucha de clases), en la política (con el Estado) y en la ideología (con la religión y la filosofía).​ Todas ellas forman parte de una superestructura determinada por las condiciones materiales de las relaciones de producción o una infraestructura social y económica. En la visión marxista, el Estado es un conjunto de «aparatos» al servicio de la clase dominante​ y la ideología dominante es una forma de ver el mundo que justifica los intereses de los explotadores como «leyes eternas».​ En cuanto a la alienación religiosa, Marx realiza la crítica religiosa de la economía a través de la doctrina del fetichismo. Escribió al respecto, siguiendo a Ludwig Feuerbach, en la Crítica de la filosofía del derecho de Hegel que «el ser humano hace la religión; la religión no hace al hombre».

Pero el hombre no es algo abstracto, un ser alejado del mundo. Quien dice: «el hombre», dice el mundo del hombre: Estado, Sociedad. Este Estado, esta Sociedad produce la religión, una conciencia subvertida del mundo, porque ella es un mundo subvertido. […] Es la realización fantástica del ser humano, porque el ser humano no tiene una verdadera realidad. La guerra contra la religión es, entonces, directamente, la lucha contra aquel mundo, cuyo aroma moral es la religión. La miseria religiosa es, por una parte la expresión de la miseria real y, por la otra, la protesta contra la miseria real. La religión es el suspiro de la criatura oprimida, el corazón de un mundo sin corazón, así como es el espíritu de una situación carente de espíritu. Es el opio del pueblo.
Karl Marx (1844) Crítica de la filosofía del derecho de Hegel

En la metáfora del opio, la religión es, en lugar de un estupefaciente o alucinógeno, un analgésico o anestésico necesario de las clases oprimidas frente a sus condiciones materiales de existencia a la clase dominante. En Marx, la crítica de la religión, más que una defensa del ateísmo materialista, es la crítica de la sociedad que hace necesaria a la religión para reafirmar la estructura económica existente.

Feuerbach no ve, por tanto, que el «sentimiento religioso» es también un producto social y que el individuo abstracto que él analiza pertenece, en realidad, a una determinada forma de sociedad.
Karl Marx (1845) Tesis sobre Feuerbach. Tesis VII.

Así, dado que la religión y la sociedad se relacionaron esencialmente tomando la crítica de la religión un papel central en Marx, «la crítica de la religión es el requisito previo de toda crítica».​ Superar la quimera religiosa, sin embargo, requiere no sólo la crítica teórica, sino también el cambio material en esa vida que la religión, como «suspiro de la criatura oprimida». Según Marx, “a medida que crece el socialismo, la religión desaparecerá».​ Culmina en la doctrina de que «la crítica del cielo se transforma así en crítica de la tierra» y «el hombre sea lo más alto para el hombre; en consecuencia, en el imperativo categórico de subvenir a todas las relacionas en las cuales el hombre es un ser envilecido, humillado, abandonado, despreciado».

Crítica de la economía política, capital y plusvalía

Para captar las condiciones de un movimiento comunista, Marx se esforzó durante toda su vida por realizar un análisis económico fundamental de la sociedad moderna. Esto incluye el análisis de la forma de la mercancía, su valor, el capital y la producción de la riqueza social en la sociedad burguesa capitalista. Lo que define la sociedad capitalista, según Marx, no es el intercambio de mercancías, sino su producción a gran escala. No es el comercio, sino la gran industria el elemento diferencial.174​Marx realizó sus contribuciones a la crítica de la economía del capital en textos previos como Trabajo asalariado y capital (1849), Grundrisse (1858), Una contribución a la crítica de la economía política (1859) y Salario, precio y ganancia (1865), pero es principalmente desarrollada en su obra El capital (1867-1883), compuesta por tres tomos oficiales y un cuarto tomo editado de manera póstuma bajo el nombre de Teorías sobre la plusvalía (1905-1910).

Partiendo de una crítica a las teorías de los principales representantes de la economía clásica, Adam Smith y David Ricardo, Marx desarrolla su teoría laboral del valor con la finalidad de «descubrir la ley económica que preside el movimiento de la sociedad moderna», es decir, de la sociedad capitalista.132​ Basado en los conceptos «fuerzas productivas» y «relaciones de producción», Marx y Engels sostuvieron que la forma de organización de la actividad económica en una sociedad, o «modo de producción», determinan las relaciones de intercambio (ver Ley del valor). El modo de producción capitalista, frente al esclavista y al feudalista, se caracteriza por la propiedad privada de los medios de producción, la contradicción entre el trabajo asalariado y el capital; la maximización del beneficio y por la producción de mercancía a gran escala para un mercado que determina sus precios.

Debido a esto, Marx empieza con un análisis de la «mercancía» (un bien replicable útil e intercambiable) y su «valor» (sustancia común que permite su intercambio). Siguiendo a Smith y Ricardo, Marx distingue entre «valor de uso» (propiedad material que satisface una necesidad humana) del «valor de cambio» (proporción por la que se cambia una mercancía por otra de distinta utilidad, por ejemplo: 1 chaqueta = 20 varas de lienzo). El valor de uso difiere en cualidad y el valor de cambio en cantidad. Una mercancía debe tener valores de uso para otros, valores de uso sociales, para poder ser intercambiada. Marx también señala el carácter dual del trabajo cuando crea un valor de uso, «trabajo concreto», de un valor de cambio, «trabajo abstracto». Este último es abstraído de toda utilidad como «gasto productivo» y se materializa como valor en cuanto expresión de la misma unidad social en el igual intercambio de mercancías, el cual en el modo de producción capitalista se mide en el «tiempo de trabajo socialmente necesario».

Un valor de uso o un bien, por ende, sólo tiene valor porque en él está objetivado o materializado trabajo abstractamente humano. ¿Cómo medir, entonces, la magnitud de su valor? Por la cantidad de «sustancia generadora de valor» -por la cantidad de trabajo- contenida en ese valor de uso. La cantidad de trabajo misma se mide por su duración, y el tiempo de trabajo, a su vez, reconoce su patrón de medida en determinadas fracciones temporales, tales como hora, día, etcétera. […] El trabajo sastreril y el textil son elementos constitutivos de los valores de uso chaqueta y lienzo merced precisamente a sus cualidades diferentes; son sustancia del valor chaqueta y del valor lienzo sólo en tanto se hace abstracción de su cualidad específica, en tanto ambos poseen la misma cualidad, la de trabajo humano. […] El hecho de que una clase de mercancías, como las chaquetas, sirva de equivalente a otra clase de mercancías, por ejemplo el lienzo […] en modo alguno significa que esté dada la proporción según la cual se pueden intercambiar chaquetas y lienzos. Como está dada la magnitud del valor del lienzo, esa proporción dependerá de la magnitud del valor de la chaqueta. […] (L)a magnitud del valor de la chaqueta quedará determinada, como siempre, por el tiempo de trabajo necesario para su producción, independientemente, pues, de la forma de valor que revista.
K. Marx El Capital, Libro primero, Volumen I, Sección I, Cap. I, La Mercancía.
El obrero incorpora al objeto de trabajo un nuevo valor mediante la adición de una cantidad determinada de trabajo, sin que interesen aquí el contenido concreto, el objetivo y la naturaleza técnica de su trabajo. Por otra parte, los valores de los medios de producción consumidos los reencontramos como partes constitutivas del valor del producto […] Dicha transferencia ocurre durante la transformación del medio de producción en producto, al efectuarse el proceso laboral.
K. Marx El Capital, Libro primero, Volumen I, Sección I, Cap. IV, Capital constante y capital variable.

La «forma de valor» en que se representa en las mercancías depende de su contexto histórico. En el capitalismo se produce un valor de uso que no se consume inmediatamente, sino que se produce para otros y tiene un valor de cambio, una magnitud entre mercancías, que se intercambian por «dinero», que es una medida de valor que se usa equivalente general, y que su valor medio se determina de forma más concreta en el «precio».​ Marx sostenía que el dinero en efectivo también es una mercancía y supuso por simplicidad que el oro se usa convencionalmente como dinero porque incorpora una gran cantidad de trabajo en una forma pequeña, duradera, que es conveniente. El papel moneda es una representación del oro o la plata, casi sin valor propio pero mantenido en circulación por decreto estatal.

El oro deviene dinero real porque las mercancías, a través de su enajenación generalizada, lo convierten en la figura de uso efectivamente enajenada o transformada de ellas mismas, y por tanto en su figura efectiva de valor.
K. Marx El Capital, Libro primero, Volumen I, Sección I, Cap. III, El dinero, o la circulación de las mercancías.

Marx asume en el primer volumen de El capital que los precios son iguales al valor «como consecuencia de la total uniformidad de la composición orgánica de capital». Sin embargo señala que «veremos en el Volumen III que, incluso en el caso de precios medios, la suposición no puede hacerse de esta manera tan simple».​ Ya en anteriores textos, Marx afirmaba que el valor y el precio, no son equivalentes porque el último «está determinado por la relación entre la oferta y la demanda».​ Sin embargo, cuando «la oferta y la demanda se equilibran (equilibrio económico) y dejan, por tanto, de actuar, el precio de una mercancía en el mercado coincide con su valor real (precio natural)».​ También en el segundo volumen, Marx «transita desde un modelo unisectorial hacia otro bisectorial, donde las composiciones orgánicas de capital del sector I y el sector II difirieren como consecuencia de la especialización productiva de cada uno de ellos».

La forma directa de la circulación mercantil es una conversión de mercancía en dinero, vender para comprar (M – D – M). Paralelamente, se encuentra la conversión de dinero en mercancía y reconversión de mercancía en dinero, comprar para vender (D – M – D). En la primera, el dinero se gasta para obtener bienes de uso. En el segundo se invierte con el objetivo de obtener ganancias. El dinero en circulación se ajusta a ese último tipo de circulación, se transforma en «capital» (trabajo acumulado en dinero para producir ganancias). Pero la circulación o el intercambio de mercancías no crea ningún valor. Marx describe la explotación del proletariado por parte de la burguesía mediante la acumulación de capital y el libre usufructo de las beneficio económico que el trabajador asalariado crea por encima del valor de su «capacidad de trabajo» o «fuerza de trabajo», la cual es capaz de crear valores en las mercancías, durante su jornada laboral a través de los conceptos de «plustrabajo», «plusproducto» y «plusvalor».

Al comprar la fuerza de trabajo del obrero y pagarla por su valor, el capitalista […] el derecho a servirse de ella o a hacerla trabajar durante todo el día o toda la semana. […] Tomemos el ejemplo de nuestro hilador. Veíamos que, para reponer diariamente su fuerza de trabajo, este hilador necesitaba reproducir diariamente un valor de tres chelines, lo que hacia con su trabajo diario de seis horas. […] Y el capitalista, al pagar el valor diario o semanal de la fuerza de trabajo del hilador, adquiere el derecho a usarla durante todo el día o toda la semana. Le hará trabajar, por tanto, supongamos, doce horas diarias. Es decir, que sobre y por encima de las seis horas necesarias para reponer su salario, o el valor de su fuerza de trabajo, tendrá que trabajar otras seis horas, que llamaré horas de plustrabajo, y este plustrabajo se traducirá en una plusvalía y en un plusproducto.
K. Marx (1865) Salario, precio y ganancia.

Entonces, la propiedad privada capitalista presupone «el aniquilamiento de la propiedad privada que se funda en el trabajo propio, esto es, la expropiación del trabajador».​ La expropiación del plusvalor está legitimada en la venta voluntaria del trabajador «libre» de dicha capacidad como una mercancía por el precio para su reproducción (es decir, sus medios de subsistencia habituales) al no tener el derecho de los medios de producción.​ Esta proceso se originó de la violenta destrucción de las formas tradicionales de propiedad de los campesinos europeos, vinculado a su vez con la colonización de América y las Indias Orientales (Véase: «Acumulación originaria»).

Marx diferenció entre el «capital constante» (gasto de los medios de producción) y el «capital variable» (gasto de la fuerza de trabajo). La suma de estos dos es igual al «capital adelantado» total para la producción, y si se suma el plusvalor, «capital valorizado» o «valor del producto».​ La «tasa de plusvalía» es definido como el volumen de la plusvalía producida dividido por el capital variable. También diferenció entre «plusvalía absoluta» (el aumento de la jornada laboral) y «plusvalía relativa» (la reducción de las horas de trabajo necesarias para cubrir los gastos de producción).​ En el tercer tomo de El capital, Marx concluye que en un ciclo productivo la «tasa de ganancia» es la relación entre el plusvalor obtenido y el capital adelantado.

La fórmula general del capital es D – M – D’ ;​ es decir, que se vuelca a la circulación una suma de valor para extraer de ella una suma de valor mayor. El proceso que genera esa suma de valor mayor es la producción capitalista; el proceso que la realiza es la circulación del capital. El capitalista produce la mercancía […] no por su valor de uso ni para su consumo personal. El producto que interesa en realidad al capitalista no es el propio producto palpable, sino el excedente de valor del producto por encima del valor del capital consumido en él. […] Sólo puede transformar en valor mayor el valor del capital variable que adelanta, si lo intercambia por trabajo vivo, si explota trabajo vivo. Pero sólo puede explotar el trabajo, si adelanta al mismo tiempo las condiciones para la efectivización de ese trabajo […]
K. Marx El Capital, Libro tercero, Sección I, Cap. II, La tasa de ganancia.

Según Marx, la productividad del trabajo ha tendido a aumentar en el capitalismo. A consecuencia, el valor de una mercancía tiende a disminuir, porque se reduce el tiempo de trabajo necesario para hacerla. Esto significa que los medios de subsistencia se vuelven más baratos; por tanto, el valor de la fuerza de trabajo se reduce, aumentándose la plusvalía y reduciéndose el salario. Además, el avance tecnológico tiende a aumentar la cantidad de capital para iniciar un negocio, resultando en un creciente gasto en capital constante en oposición al capital variable.​ Marx concluyó que esta tendencia inherente del capitalismo lleva hacia crisis cíclicas de sobreproducción,​ pues al no poder el proletariado adquirir dichos artículos debido a su situación económica, el burgués es incapaz de producir ganancias (Véase «Tendencia decreciente de la tasa de ganancia»).

Basta mencionar las crisis comerciales, cuya periódica reiteración supone un peligro cada vez mayor para la existencia de la sociedad burguesa toda. […] En esas crisis se desata una epidemia social que a cualquiera de las épocas anteriores hubiera parecido absurda e inconcebible: la epidemia de la superproducción. […] Porque la sociedad posee demasiada civilización, demasiados recursos, demasiada industria, demasiado comercio. […] ¿Cómo se sobrepone a las crisis la burguesía? De dos maneras: destruyendo violentamente una gran masa de fuerzas productivas y conquistándose nuevos mercados, a la par que procurando explotar más concienzudamente los mercados antiguos. Es decir, que remedia unas crisis preparando otras más extensas e imponentes y mutilando los medios de que dispone para precaverlas.
K. Marx y F. Engels (1848) Manifiesto comunista, Burgueses y proletarios

El concepto de alienación vuelve a aparecer con fuerza en El capital bajo el concepto de «fetichismo de la mercancía»,​ que sería «la visión errónea de que el valor de una mercancía es intrínseco»​ y una forma de explicar la incapacidad psicológica de percibir las relaciones de producción de una mercancía. Por eso, «el dinero es la mercancía absolutamente alienable, porque son todas las demás mercancías despojadas de su forma, producto de su alienación universal».

El carácter misterioso de la forma mercancía estriba, por tanto, pura y simplemente, en que proyecta ante los hombres el carácter social del trabajo de éstos como si fuese un carácter material de los propios productos de su trabajo, un don natural social de estos objetos y como si, por tanto, la relación social que media entre los productores y el trabajo colectivo de la sociedad fuese una relación social establecida entre los mismos objetos, al margen de sus productores
K. Marx El Capital, Libro primero, Volumen I, Sección I, Cap. I, La Mercancía.

Historia, lucha de clases y comunismo

Marx creía que podía estudiar la sociedad científicamente y discernir las tendencias en la historia que resultan en conflictos sociales (determinismo económico).​ La visión de la historia de Marx, o materialismo histórico, está influenciada de la visión dialéctica de la historia de Hegel. Sin embargo, Hegel la había pensado en términos idealistas, mientras que Marx buscaba reescribir la dialéctica en términos materialistas, defendiendo la primacía de la materia sobre la idea. Donde Hegel vio el «espíritu absoluto» como motor de la historia, Marx vio esto como una mistificación innecesaria, basándose en su lugar en las relaciones de producción. Su modelo evolutivo de la historia estuvo también influenciado por la evolución biológica de Darwin.

Mi investigación me llevó a la conclusión de que, tanto las relaciones jurídicas como las formas de Estado no pueden comprenderse por sí mismas ni por la llamada evolución general del espíritu humano, sino que, por el contrario, radican en las condiciones materiales de vida.
K. Marx (1859) Una contribución a la crítica de la economía política, I.

En el Manifiesto del Partido Comunista, se expresa que la historia se entiende como un antagonismo de clases sociales, una «explotadora» y la otra «explotada» (dialéctica del amo y el esclavo), siendo la primera la clase dominante.

La historia de toda sociedad hasta nuestros días no ha sido sino la historia de las luchas de clase. Hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, nobles y siervos, maestros artesanos y jornaleros, en una palabra, opresores y oprimidos, en lucha constante, mantuvieron una guerra ininterrumpida, ya abierta, ya disimulada; una guerra que terminó siempre, bien por una transformación revolucionaria de la sociedad, bien por la destrucción de las dos clases antagónicas.
K. Marx y F. Engels (1848) Manifiesto comunista, Burgueses y proletarios

Marx y Engels hacen un repaso histórico en la transición del feudalismo al capitalismo, en donde los intereses económicos de la aristocracia entraron en conflicto con los de la «clase media industrial», los cuales culminaron en las revoluciones liberales con la abolición de la «propiedad feudal» y la instauración de la «propiedad burguesa»​ y el «modo de producción capitalista». No obstante, la sociedad burguesa «se caracteriza por haber simplificado estos antagonismos de clase» en dos grandes grupos: la burguesía, que poseen los medios de producción (tierras, fábricas, máquinas, etc.); y el proletariado, que no posee medios de producción propios y se ven obligados vender su fuerza de trabajo a cambio de un salario para satisfacer sus necesidades.​ Otras dos subclases más son la «pequeña burguesía» (burgueses que dependen también de su fuerza de trabajo, como pequeños comerciantes y artesanos autónomos) y el «subproletariado» (personas que no aportan a la sociedad como vagabundos, delincuentes y prostitutas).

Marx equipara la burguesía con la clase dominante en el capitalismo, cuyos intereses económicos están fundados en la explotación del trabajo humano a través del plusvalor y legitimado en la propiedad privada de los medios de producción. Es por eso que el Estado burgués no puede ser defensor de los intereses generales, ya que entran en conflicto al oponerse a los de la propiedad privada.​ Para Marx y Engels, la clase obrera industrial es la única que, por su imposibilidad de una adquisición privada, puede superar la contradicción sin salida mediante abolición de la propiedad privada burguesa tomando conciencia de clase y organizándose en revolución proletaria, estableciendo así un nuevo modo de producción post-capitalista llamado «comunismo», una sociedad sin clases sociales y, por lo tanto, sin Estado y propiedad privada. Marx recalcó que la abolición comunista de la propiedad privada «no priva a nadie del poder de apropiarse productos sociales» sino «el poder de usurpar por medio de esta apropiación el trabajo ajeno».

Para nosotros, el comunismo no es un estado que debe implantarse, un ideal al que ha de sujetarse la realidad. Nosotros llamamos comunismo al movimiento real que anula y supera al estado de cosas actual.
K. Marx y F. Engels (1845) La ideología alemana, Capítulo 1, Parte II, 5. Desarrollo de las fuerzas productivas como premisa material del comunismo

En la Crítica del programa de Gotha, Marx diferencia entre una fase comunista previa de una fase superior. La primera es un período de transición del capitalismo al comunismo en la que los trabajadores establecen la denominada «dictadura del proletariado»​, donde el Estado se convierte en el instrumento de la clase trabajadora para establecer un sistema socialista donde el individuo compraría bienes con vales de trabajo según su aporte y los medios de producción pasarían a estar en las manos del proletariado. Cuando los hombres estén habituados a respetar las reglas fundamentales de convivencia y cuando su trabajo sea tan productivo, el Estado «se extinguirá», entrando en la etapa superior en la que cada persona contribuirá según sus capacidades y recibirá acorde a sus necesidades.

A lo largo del siglo XIX, los términos «comunismo» y «socialismo» se usaron como sinónimos.​ Marx y Engels usaron en un principio usaron el término «comunismo» porque representaba más a la clase obrera, pero luego cambiaron a «socialismo».​ Engels usó el término «socialismo científico» para diferenciar el marxismo de las corrientes socialistas anteriores denominadas como «socialismo utópico».​ No fue sino hasta la Revolución Bolchevique que el término socialismo llegó a referirse a la etapa previa del comunismo. Aunque Marx no discute el capitalismo y el comunismo en términos morales y de justicia, varios autores encuentran una discusión implícita de esos conceptos éticos en sus obras.​ Por ejemplo, Marx expresó en los Manuscritos económicos y filosóficos de 1844 que el comunismo es también un proyecto liberación y superación «positiva» de la humanidad​ y en El capital lo describe como «una formación social superior cuyo principio fundamental sea el desarrollo pleno y libre de cada individuo».​ En Notas sobre James Mill sostuvo que el trabajo en una sociedad comunista sería una «manifestación libre de la vida» y «un disfrute de la vida».

Tiemblen, si quieren, las clases gobernantes, ante la perspectiva de una revolución comunista. Los proletarios, con ella, no tienen nada que perder, como no sea sus cadenas. Tienen, en cambio, un mundo entero que ganar. ¡Proletarios del mundo, uníos!
K. Marx y F. Engels (1848) Manifiesto comunista, Actitud de los comunistas ante los otros partidos de la oposición

Relaciones internacionales

Marx veía a Rusia como la principal amenaza contrarrevolucionaria para las revoluciones europeas.​ Durante la Guerra de Crimea, Marx respaldó al Imperio Otomano y sus aliados Gran Bretaña y Francia contra Rusia.​ Se oponía absolutamente al paneslavismo, considerándolo un instrumento de la política exterior rusa. Marx había considerado a las naciones eslavas excepto a las polacas como «contrarrevolucionarias». Marx y Engels publicaron en la Nueva Gaceta Renana en febrero de 1849:

A las frases sentimentales sobre la hermandad que se nos ofrecen aquí en nombre de las naciones más contrarrevolucionarias de Europa, respondemos que el odio a los rusos fue y sigue siendo la principal pasión revolucionaria entre los alemanes; que desde la revolución [de 1848] se ha sumado el odio a los checos y croatas, y que sólo con el uso más decidido del terror contra estos pueblos eslavos podremos, junto con los polacos y magiares, salvaguardar la revolución. Sabemos dónde se concentran los enemigos de la revolución, a saber, en Rusia y las regiones eslavas de Austria, y no hay buenas frases, ninguna alusión a un futuro democrático indefinido para estos países puede disuadirnos de tratar a nuestros enemigos como enemigos. Entonces habrá una lucha, una «lucha inexorable a vida o muerte», contra esos eslavos que traicionan la revolución; una lucha aniquiladora y un terror despiadado, ¡no en interés de Alemania, sino en interés de la revolución!

Marx y Engels simpatizaron con los revolucionarios naródnik de las décadas de 1860 y 1870. Cuando los revolucionarios rusos asesinaron al zar Alejandro II de Rusia, Marx expresó la esperanza de que el asesinato presagiara «la formación de una comuna rusa».​ Marx apoyó los levantamientos polacos contra la Rusia zarista.​ Dijo en un discurso en Londres en 1867:

En primer lugar, la política de Rusia es inmutable… Sus métodos, sus tácticas, sus maniobras pueden cambiar, pero la estrella polar de su política, la dominación mundial, es una estrella fija. En nuestros tiempos, solo un gobierno civilizado que gobierne a las masas bárbaras puede tramar tal plan y ejecutarlo… Sólo hay una alternativa para Europa. O la barbarie asiática, bajo la dirección moscovita, estallará alrededor de su cabeza como una avalancha, o deberá restablecer Polonia, poniendo así veinte millones de héroes entre ella y Asia y ganando un respiro para el logro de su regeneración social.

No obstante, Marx afirma en una carta a la anarquista rusa Vera Zasúlich que «en El capital no da, pues, razones, en pro ni en contra de la vitalidad de la comuna rural» y «que esta comuna es el punto de apoyo de la regeneración social en Rusia».​ Engels afirmó en el prólogo del Manifiesto de 1890 que si sugiriera una «revolución rusa» para la formación de una revolución en Occidente y ambas se unen, podría ser el punto de partida para la implantación de una nueva forma comunista territorial.

Marx apoyó la causa de la independencia de Irlanda. En 1867, escribió a Engels: «Solía pensar que la separación de Irlanda de Inglaterra era imposible. Ahora la creo inevitable más evidente bajo el capitalismo. La clase trabajadora inglesa nunca logrará nada hasta que se haya deshecho de Irlanda… La reacción inglesa en Inglaterra había sus raíces… en la subyugación de Irlanda».​ Marx pasó algún tiempo en la Argelia francesa, que había sido invadida y convertida en colonia francesa en 1830, y tuvo la oportunidad de observar la vida en el norte de África colonial. Escribió sobre el sistema de justicia colonial, en el que «se ha utilizado una forma de tortura (y esto sucede ‘regularmente’) para extraer confesiones de los árabes; naturalmente, lo hace (como los ingleses en India) la ‘policía’; se supone que el juez no sabe nada al respecto». Marx se sorprendió por la arrogancia de muchos colonos europeos en Argel y escribió en una carta: «cuando un colono europeo vive entre las ‘razas menores’, ya sea como colono o incluso por negocios, generalmente se considera a sí mismo incluso más inviolable que el apuesto Guillermo I [un rey prusiano]. cuando se trata de arrogancia y presunción descarada frente a las ‘razas inferiores’, los británicos y holandeses superan a los franceses».

Según la Enciclopedia de Filosofía de Stanford: «El análisis de Marx del colonialismo como una fuerza progresiva que lleva la modernización a una sociedad feudal atrasada suena como una racionalización transparente de la dominación extranjera. Sin embargo, su descripción de la dominación británica refleja la misma ambivalencia que muestra hacia el capitalismo. En ambos casos, Marx reconoce el inmenso sufrimiento provocado durante la transición de la sociedad feudal a la burguesa al tiempo que insiste en que la transición es necesaria y, en última instancia, progresiva, y sostiene que la penetración del comercio exterior provocará una revolución social en la India».

Marx discutió el dominio colonial británico en la India en el New York Herald Tribune en junio de 1853:

No puede quedar ninguna duda de que la miseria infligida por los británicos en Hindostan [India] es de un tipo esencialmente diferente e infinitamente más intenso de lo que todo Hindostan tuvo que sufrir antes. Inglaterra ha derrumbado todo el entramado de la sociedad india, sin que aún aparezcan síntomas de reconstitución… [sin embargo], no debemos olvidar que estas idílicas comunidades aldeanas, por inofensivas que parezcan, siempre han sido la base sólida del despotismo oriental , que restringieron la mente humana dentro de la brújula más pequeña posible, convirtiéndola en la herramienta irresistible de la superstición.

Las ideas de Marx y Engels tuvieron mayor impacto en los Estados Unidos durante el siglo XIX.​ En una entrevista del Chicago Tribune en 1879, Marx declaró:

Cuando los movimientos obreros se volvieron desagradables en Inglaterra, hace cincuenta años, se dijo lo mismo; y eso fue mucho antes de que se hablara del socialismo. En Estados Unidos, desde 1857, solo el movimiento obrero se ha vuelto conspicuo. […] Si considera este progreso cronológico, verá que el socialismo ha surgido en ese país sin la ayuda de extranjeros, y fue causado simplemente por la concentración de capital y el cambio de relaciones entre trabajadores y empleadores.

Marx desdeñó en un principio la Guerra de Secesión estadounidense como una revuelta de propietarios de esclavos,​ pero luego fue un gran partidario del bando de Unión. Marx mantuvo una correspondencia con el mismo presidente Abraham Lincoln, mostrándole todo su apoyo en la redacción de un mensaje en nombre de la Asociación Internacional de Trabajadores, respondida brevemente por el embajador de los Estados Unidos en Londres.​ Aunque Marx y Lincoln mantuvieron actitudes sociales y políticas opuestas, ambos situaban un concepto de trabajo no recompensado en el centro de su política, y ambos rechazaban la esclavitud en razón de que era intensivamente explotadora.

Si bien la consigna moderada de su primera elección era la resistencia frente al poderío de los esclavistas, el triunfante grito de guerra de su reelección es: ¡muera el esclavismo! […]Mientras los trabajadores, la auténtica fuerza política del Norte, permitían a la esclavitud denigrar su propia república, mientras ante el negro, al que compraban y vendían, sin preguntar su asenso, se pavoneaban del alto privilegio que tenía el obrero blanco de poder venderse a sí mismo y de elegirse el amo […] ese obstáculo en el camino del progreso ha sido barrido por la marea sangrienta de la guerra civil.

Los obreros de Europa tienen la firme convicción de que, del mismo modo que la guerra de la Independencia en América ha dado comienzo a una nueva era de la dominación de la burguesía, la guerra americana contra el esclavismo inaugurará la era de la dominación de la clase obrera. Ellos ven el presagio de esa época venidera en que a Abraham Lincoln, hijo honrado de la clase obrera, le ha tocado la misión de llevar a su país a través de los combates sin precedente por la liberación de una raza esclavizada y la transformación del régimen social.

Karl Marx también analizó la situación de España en La España revolucionaria (una serie de artículos periodísticos del New York Daily Tribune entre 1854 y 1857) debido al éxito del pronunciamiento liberal de “la Vicalvarada”, así como los anteriores intentos revolucionarios (como los Comuneros) y las características revolucionarias liberales desde la Guerra de Independencia (1808).​ A Marx le fascina el hecho de que estas revoluciones no tocan instituciones clave, como la monarquía. Según Alberto Santamaría, esto “hace que la cosa siempre salga mal. De hecho, con ironía, Marx señala que la única alternativa para que en España triunfe una revolución es que los revolucionarios opten a la corona”.

No existe quizá, con excepción de Turquía, ningún país que Europa conozca tan poco y juzgue tan falsamente como España. Los innumerables pronunciamientos locales y rebeliones militares han acostumbrado a Europa a equipararla a la Roma imperial de la era pretoriana. Ése es un error tan superficial como el que cometían en el caso de Turquía quienes daban por extinguida la vida de esta nación porque su historia oficial en el pasado siglo habíase reducido a revoluciones palaciegas y motines de los genízaros. […] Por lo pronto puedo hacer constar aquí que no habrá que sorprenderse mucho si ahora, arrancando de una simple rebelión militar, estalla en la península un movimiento general, puesto que los últimos decretos financiero del Gobierno han convertido al recaudador de contribuciones en un propagandista revolucionario de la máxima eficacia.

En el artículo biográfico titulado Simón Bolívar y Ponte, escrito por Marx para la New American Cyclopedia, se presenta Simón Bolívar de una manera sumamente crítica. Marx comienza diciendo que Bolívar nació en una familia de «nobleza criolla en Venezuela» y que como era «costumbre de los americanos ricos de la época, a la temprana edad de 14 años, fue enviado a Europa». A lo largo del artículo se comenta cómo Bolívar abandonó a sus tropas en varias oportunidades y se señala que después de llegar a Caracas en 1813, «la dictadura de Bolívar pronto demostró ser una anarquía militar, dejando los asuntos más importantes en manos de los favoritos, quienes despilfarraban las finanzas del país, y luego recurrían a mecanismos infames para poder restaurarlas».

“canalla más cobarde, brutal y miserable. Bolívar es un verdadero Soulouque”… “La fuerza creadora de los mitos, característica de la fantasía popular, en todas las épocas ha probado su eficacia inventando grandes hombres. El ejemplo más notable de este tipo es, sin duda, el de Simón Bolívar”


​Fuente: Wikipedia

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