Origen e historia de la aspirina


Origen e historia de la aspirina

La aspirina, cuyo nombre químico es ácido acetilsalicílico, es un medicamento ampliamente utilizado como analgésico, antipirético (para reducir la fiebre) y antiinflamatorio. Su origen y desarrollo tienen una historia interesante:

Origen:

Los compuestos de la corteza del sauce se han utilizado durante siglos en diversas culturas para tratar el dolor y la fiebre. Sin embargo, fue en el siglo XIX cuando los científicos comenzaron a aislar y estudiar los componentes activos de estas cortezas. En 1828, el químico italiano Raffaele Piria aisló un compuesto llamado salicina de la corteza de sauce. La salicina tenía propiedades analgésicas y antipiréticas, pero también podía causar irritación en el estómago.

Desarrollo de la aspirina:

El siguiente paso importante en la historia de la aspirina fue dado por el químico francés Charles Frédéric Gerhardt en 1853, quien sintetizó el ácido salicílico al tratar el fenol con anhídrido acético. Sin embargo, este compuesto aún era irritante para el estómago.

En 1897, el químico alemán Felix Hoffmann, que trabajaba en los laboratorios de la empresa farmacéutica Bayer, desarrolló una versión más suave y tolerable del ácido salicílico. Hoffmann modificó la estructura del compuesto, convirtiéndolo en ácido acetilsalicílico. La nueva sustancia resultó ser efectiva en el alivio del dolor y la fiebre sin causar la misma irritación estomacal que el ácido salicílico original.

Bayer patentó el ácido acetilsalicílico en 1899 y lo lanzó al mercado bajo el nombre comercial «Aspirin». El nombre «Aspirin» proviene del término en alemán «A» de acetil, «spir» de la planta de espíricea (un tipo de sauce) y «in» para indicar un compuesto químico.

Uso y evolución:

La aspirina se convirtió rápidamente en un medicamento popular y ampliamente utilizado. A lo largo del tiempo, se demostraron sus múltiples beneficios, como el alivio del dolor, la reducción de la fiebre y la disminución de la inflamación. También se descubrió que tenía propiedades anticoagulantes, lo que la convirtió en un importante medicamento para la prevención de enfermedades cardiovasculares.

Hoy en día, la aspirina sigue siendo un medicamento fundamental en la medicina, con una amplia gama de aplicaciones médicas. Sin embargo, es importante tener en cuenta sus efectos secundarios y contraindicaciones, especialmente en personas con problemas gastrointestinales o que toman otros medicamentos que pueden interactuar con la aspirina. Siempre es recomendable consultar a un profesional de la salud antes de iniciar cualquier tratamiento con medicamentos.

Los antiguos egipcios pueden haber utilizado la corteza del sauce blanco (cuyo nombre latino es Salix alba) para fines medicinales.

Los sumerios y los chinos usaban las hojas de sauce como analgésico antes del 1000 a. C.

La primera mención​ se encuentra en los textos de Hipócrates (460-370 a. C.), padre de la medicina griega, que usaba un brebaje extraído de hojas y corteza del sauce Salix Latinum para aliviar los dolores y la fiebre de sus pacientes.​

También en alguna cultura amerindia (en el continente americano) se puede haber utilizado la corteza del sauce blanco para fines medicinales.

Existen evidencias de que entre los pueblos hispanorromanos se contaba con algún posible ejemplo del uso y sacralidad del sauce.

Los efectos medicinales del sauce blanco continuaron siendo mencionados por autores antiguos como el polígrafo y naturalista romano Plinio el Viejo (23-79), el médico y farmacéutico grecoturco Dioscórides (40-90) o el célebre médico griego Galeno (130-200).

Durante la Edad Media se hervía la corteza del sauce y la daban a beber a la gente que sufría de dolencias. Sin embargo este brebaje divino paso al olvido debido a una ley que restringió el descortezamiento y corte de hojas de este sauce, ya que eran utilizadas en la industria cestera.

En la época posrenacentista (1763) Edward Stone, reverendo de la Iglesia de Inglaterra, presentó un informe a lord Macclesfield, quien presidía la Royal Society, referente a estas propiedades terapéuticas de la corteza de sauce blanco destacando su efecto antipirético. ​Stone describió en su trabajo que había administrado el extracto en forma de té o cerveza a 50 pacientes febriles, aliviándoles el síntoma. ​Investigaciones posteriores condujeron al principio activo de esta planta, que los científicos llamaron salicilina, un precursor del ácido salicílico y del ácido acetilsalicílico.

El principio activo de la corteza de sauce fue aislado en 1828 por Johann Buchner, profesor de Farmacia en la Universidad de Múnich, quien relató que se trataba de una sustancia amarga y amarillenta, en forma de agujas cristalinas que llamó salicina. ​Sin embargo, dos años antes, los italianos Brugnatelli y Fontana aislaron ese mismo extracto, pero en forma muy impura, y no lograron demostrar que la sustancia era la causante de los efectos farmacológicos de la corteza de sauce blanco. ​En 1829 un farmacéutico francés, Henri Leroux, improvisó un procedimiento de extracción del que obtuvo 30 gramos de salicilina a partir de 1,5 kg de corteza. En 1838 Raffaele Piria (químico italiano), trabajando en La Sorbona de París logró separar la salicina en azúcar y un componente aromático llamado salicilaldehído. A este último compuesto lo convirtió, por hidrólisis y oxidación, en cristales incoloros a los que puso por nombre ácido salicílico.

El ácido acetilsalicílico fue sintetizado por primera vez por el químico francés Charles Frédéric Gerhardt en 1853, queriendo mejorar el sabor amargo y otros efectos secundarios del ácido salicílico como la irritación de las paredes del estómago,​ al combinar el salicilato de sodio con cloruro de acetilo;​ y luego en forma de sal por Hermann Kolbe en 1859. ​No obstante, hubo que esperar hasta 1897 para que el farmacéutico alemán Felix Hoffmann, investigador de los laboratorios Bayer y que, buscando un alivio eficaz contra los dolores que su padre sufría por un reumatismo crónico tratado con ácido salicílico además de importantes efectos secundarios,​ consiguiera sintetizar al ácido acetilsalicílico con gran pureza. ​Sus propiedades terapéuticas como analgésico y antiinflamatorio fueron descritas en 1899 por el farmacólogo alemán Heinrich Dreser, lo que permitió su comercialización.

Muchos años después, en 1949, el que fuera jefe directo de Hoffmann, Arthur Eichengrün publica un artículo reivindicando el descubrimiento. Se trataría de algo realmente sorprendente, que alguien reclame para sí un mérito 50 años después, cuando la aspirina ya llevaba décadas convertida en un fármaco famoso en todo el mundo. De hecho esta reivindicación fue ignorada por los historiadores científicos hasta 1999, fecha en la que el investigador de Walter Sneader de la Universidad de Strathclyde (en Glasgow), volvió a postular que fue Eichengrün quien tuvo la idea de sintetizar el ácido acetilsalicílico. En todo caso, la casa Bayer, a la que importaría poco si los méritos deberían caer en uno u otro de sus empleados, y que lógicamente tiene todos los documentos que afectan al caso, refutó en un comunicado de prensa esta hipótesis, pero la controversia sigue abierta.

Aspirina fue el nombre comercial acuñado por los laboratorios Bayer para esta sustancia,​ convirtiéndose en el primer fármaco del grupo de los AINE (antiinflamatorios no esteroideos). Posteriormente, en 1971, el farmacólogo británico John Robert Vane, entonces empleado del Royal College of Surgeons (Colegio Real de Cirujanos) de Londres, pudo demostrar que el AAS suprime la producción de prostaglandinas y tromboxanos,​ lo que abrió la posibilidad de su uso en bajas dosis como antiagregante plaquetario, ampliando enormemente su campo comercial y compensando el hecho de que, en la actualidad, su uso como antiinflamatorio de elección haya sido desplazado por otros AINE más eficaces y seguros. ​En 1985 la secretaria del Servicio de Salud de Estados Unidos, Margaret Heckler, anunció que la dosis de una aspirina diaria ayudaba en personas que habían sufrido un infarto de miocardio a prevenir nuevos ataques de isquemia coronaria. Durante la Primera Guerra Mundial (1914-1919), la marca «aspirina» fue expropiada en los países ganadores, fundamentalmente Reino Unido, Estados Unidos y Francia; de tal manera que en estos países aspirin pasó a ser el nombre genérico de la sustancia.

La aspirina hoy es un fármaco registrado en más de 70 países del mundo. Desde su comercialización se han consumido más de trescientos cincuenta billones de comprimidos y se estima que el consumo diario es de unos cien millones de aspirinas. ​Consecuentemente, es uno de los fármacos más usados en el mundo, con un consumo estimado de más de 100 toneladas métricas diarias.​Actualmente, el 100 % de la producción mundial de ácido acetilsalicílico manufacturada por Bayer se realiza en Langreo, España, en una planta química de esta empresa multinacional. Desde allí se envía a diferentes partes del mundo donde se preparan los comprimidos y diferentes formas farmacéuticas en las que se vende la Aspirina.


 

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