Bill Gates, empresario y filántropo
El talento de Gates se ha reflejado en múltiples programas informáticos, cuyo uso se ha difundido por todo el mundo como lenguajes básicos de los ordenadores personales; pero también en el éxito de una empresa flexible y competitiva, gestionada con criterios heterodoxos y con una atención especial a la selección y motivación del personal. Las innovaciones de Gates contribuyeron a la rápida difusión del uso de la informática personal, produciendo una innovación técnica trascendental en las formas de producir, transmitir y consumir la información. El presidente George Bush reconoció la importancia de la obra de Gates otorgándole la Medalla Nacional de Tecnología en 1992.
Su rápido enriquecimiento ha ido acompañado de un discurso visionario y optimista sobre un futuro transformado por la penetración de los ordenadores en todas las facetas de la vida cotidiana, respondiendo al sueño de introducir un ordenador personal en cada casa y en cada puesto de trabajo; este discurso, que alienta una actitud positiva ante los grandes cambios sociales de nuestra época, goza de gran audiencia entre los jóvenes de todo el mundo por proceder del hombre que simboliza el éxito material basado en el empleo de la inteligencia (su libro Camino al futuro fue uno de los más vendidos en 1995).
Los detractores de Bill Gates, que también son numerosos, le reprochan, no sin razón, su falta de creatividad (ciertamente su talento y sus innovaciones no son comparables a las de un Steve Jobs, y más bien siguió los caminos que abría el fundador de Apple), y critican asimismo su política empresarial, afirmando que se basó siempre en el monopolio y en la absorción de la competencia o del talento a golpe de talonario. A los críticos les gusta subrayar un hecho totalmente real, pese a que parezca una leyenda urbana: ni siquiera el MS-DOS es obra suya. Bill Gates lo compró por 50.000 dólares a un programador de Seattle llamado Tim Paterson, le cambió el nombre y lo entregó a IBM.
En la actualidad, Microsoft sigue siendo una de las empresas más valiosas del mundo, pese a haber perdido diversas batallas, especialmente la de Internet y la de los sistemas operativos para teléfonos móviles, que lidera ahora Google (Sergei Brin y Larry Page), otro gigante tan valioso como Microsoft. Frente al dinamismo de la era de Internet, en la que surgen y se convierten rápidamente en multimillonarias nuevas ideas como la red social Facebook, de Mark Zuckerberg, la empresa de Gates parece haber quedado algo anquilosada, aunque no se pone en duda la solidez de su posición.
Tampoco ello es exclusiva responsabilidad de Bill Gates, que ya en el año 2000 cedió la presidencia ejecutiva de Microsoft a Steve Ballmer y pasó a ser arquitecto jefe de software para centrarse en los aspectos tecnológicos. Bill Gates había contraído matrimonio en 1994 con Melinda French, con la que tendría tres hijos. En el año 2000 creó, junto con su esposa, la Fundación Bill y Melinda Gates, institución benéfica dedicada a temas sanitarios y educativos cuya espléndida dotación económica procede mayormente de su fortuna personal. No en vano el fundador de Microsoft es un habitual de las listas anuales de la revista Forbes: en 2014 la había encabezado ya en quince ocasiones como el hombre más rico del planeta.
En 2008, Bill Gates abandonó definitivamente Microsoft para dedicarse íntegramente a sus labores en la fundación, que había recibido el Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional en 2006. Si antes fue una figura discutida, esta nueva etapa como filántropo despierta más bien unánime admiración: al igual que lo fue su empresa, su fundación es la más grande del mundo por lo que respecta a la cuantía de sus aportaciones económicas a toda clase de programas de ayuda, investigación y desarrollo.