Servidores de correo electrónico
Originalmente, el sistema para el envío y recepción de correo electrónico se proyectó bajo el supuesto de que los terminales informáticos encargados de esta tarea serían grandes computadoras conectadas ininterrumpidamente a Internet y, para tal efecto, en el año 1980 nació el protocolo SMTP (Simple Mail Transfer Protocol). A través de este protocolo, el remitente enviaba el mensaje a un servidor de correo saliente (SMTP server), cuya misión era hacer llegar el mensaje al ordenador del receptor.
Pero la aparición de los equipos domésticos, los cuales accedían a Internet de forma ocasional, forzó el replanteamiento de esta tecnología, creándose en el año 1984 el protocolo POP (Post Office Protocol). Este protocolo permitía a los usuarios acceder a un «buzón», es decir, a una carpeta o espacio del disco duro de un servidor en la que se almacenaban los mensajes recibidos; de este modo fue posible enviar los mensajes no directamente al ordenador del receptor, que podría no estar conectado en ese momento, sino a su buzón en un servidor de correo entrante (POP server) permanentemente conectado a Internet. Dos años después, en 1986, apareció la primera versión del protocolo IMAP (Internet Message Access Protocol), superior en algunas de sus prestaciones al POP. Actualmente se emplean las versiones tercera y cuarta de estos protocolos (POP3 e IMAP4).
Así pues, de la colaboración entre SMTP y POP o IMAP surgió el correo electrónico actual: nos conectamos a Internet y, a través de un navegador, accedemos a nuestra cuenta en Gmail, Yahoo! Mail o el servicio que utilicemos mediante un nombre de usuario y contraseña. Nada más entrar, la página inicial nos muestra los últimos mensajes llegados a nuestro buzón, que podemos leer y responder. En oposición al correo web, los antiguos clientes de correo descargaban los mensajes nuevos en el ordenador del usuario, de modo que sólo era necesario estar conectado a Internet en el momento de la recepción y el envío; ello suponía un considerable ahorro en la época del módem, cuando, en lugar de las actuales tarifas planas, se pagaba por tiempo de conexión.