Servidores
Contra lo que pudiera parecer, la mayoría de los servidores de la World Wide Web no son máquinas más potentes, grandes o modernas que las que manejamos diariamente. En esencia, son cajas horizontales que, al igual que nuestros ordenadores, poseen una placa base, un disco duro, un procesador, una memoria RAM y una tarjeta de red; como los nuestros, tienen instalado un sistema operativo y diversos programas. De hecho, en los inicios no era infrecuente que algún apasionado del tema con buenos conocimientos montara en su casa un servidor a partir de su PC.
Lo más habitual y sensato, sin embargo, es confiar a las compañías de hosting, dedicadas al alquiler de servidores, la administración y mantenimiento de los mismos. Muchas veces tampoco en las sedes de las empresas de hosting hay servidores; físicamente suelen encontrarse en «hoteles de servidores» gestionados por empresas de housing. En estos hoteles, edificios con un suministro eléctrico a prueba de catástrofes, los servidores se apilan en columnas a lo largo de inmensos pasillos y salas climatizadas.
*Hotel de servidores
En tales salas se aprecia que lo único que distingue a simple vista los servidores de los ordenadores comunes es la ausencia de periféricos como teclados, pantallas y ratones; no los necesitan, porque los empleados de las empresas de hosting que se ocupan de su mantenimiento y monitorización realizan todas las tareas a distancia, mientras que los de la empresa de housing se ocupan de las reparaciones físicas (por ejemplo, la substitución de un disco duro averiado). También llama la atención la profusión del cableado en su parte posterior, y ciertamente, una manifestación de su estatus superior en la arquitectura es que los servidores se conectan entre sí con anchos de banda y velocidades muy superiores a las que nos ofrece nuestra operadora para acceder a ellos; su mundo es, prácticamente, un olimpo de instantaneidad. En el sentido original y estricto del término, sólo ese olimpo es Internet.
Otra diferencia importante se da al nivel del software. Si pudiera observarse su labor a través de una pantalla, veríamos que los programas que ejecutan los servidores nos son desconocidos. Los programas que manejamos en nuestro uso de Internet, como el navegador, caen en la categoría de los llamados programas cliente, cuya principal función es enviar solicitudes; tales solicitudes son atendidas en el servidor por un tipo complementario pero completamente distinto de programas, los programas de servidor. Así, la mayoría de los servidores web mantienen en perpetua ejecución un programa de servidor llamado Apache, que atiende las peticiones enviadas por nuestros navegadores.
Por lo demás, el estatus inferior del cliente queda reflejado en el proceso de peticiones antes descrito. En este sentido, expresiones como «estar en Internet» o «entrar al servidor del aeropuerto» no son demasiado precisas. Lo único que hacemos al navegar es suplicar a un servidor que nos conceda la gracia de enviarnos una copia de la página solicitada, la cual se guarda en la caché del navegador (o sea, en nuestro disco duro) y es mostrada en la pantalla; en ningún momento estamos más allá de nuestro dispositivo. Sólo los administradores de los servidores (y los hackers) pueden efectuar en ellos las operaciones que llevamos a cabo en nuestros propios ordenadores, como curiosear por el disco duro, borrar archivos o ejecutar programas.