Evolución histórica del plano de Madrid


Evolución histórica del plano de Madrid

Plano de Madrid de Pedro Teixeira (1656) Mantua Carpetanorum sive Matritum Urbs Regia.

Plano de 1762, con la cerca de Felipe IV. Este muro no sería derribado hasta mediados del siglo xix.

El casco antiguo, con origen en la medina musulmana, surge de un emplazamiento estratégico (el control de un vado del Manzanares) que determinará una serie de limitaciones topográficas: la disposición del caserío original en las zonas elevadas sobre el río y el barranco de la calle de Segovia, donde se establecerán, al lado norte la alcazaba y al sur los barrios mozárabe y judío (transmutados en morería y judería con la ocupación cristiana del siglo xi).

Cuando Felipe II hizo de Madrid la capital de España, acordó con las autoridades de la Villa establecer una llamada Carga de Aposento, que no era exactamente lo mismo que la anterior regalía de aposento, puesto que fue una carga permanente, no transitoria, que las autoridades madrileñas pactaron con el rey, a cambio de que este estableciese la capitalidad en Madrid, Según esta carga, aquellos que tuvieran una casa de más de una planta, cederían una de ellas para aposentar la gran cantidad de funcionarios y cortesanos de segundo rango que habrían de llegar a la flamante capital de un importante imperio. Las autoridades de la ciudad pensaron en las ventajas económicas que la capitalidad traería, pero los madrileños, no especialmente contentos, empezaron a construir las que fueron llamadas casas a la malicia, de una sola planta, para no sufrir las incomodidades de la Carga. Como resultado de esto el casco urbano se extendió rápidamente y en unos cuarenta años (a principios del siglo xvii) llegó hasta la cerca que más tarde se construiría (por el norte hasta los llamados bulevares y por el este hasta el arroyo de la fuente Castellana, es decir, el paseo de Recoletos y El Prado) y que perduraría prácticamente hasta el siglo xix, mientras la ciudad volvía a crecer en altura.

Las ampliaciones urbanas necesariamente hubieron de hacerse hacia el este, por el obstáculo de las pendientes sobre el río. Las calles más amplias que desembocan en el Prado servían como espacio de prestigio, como escenario de procesiones y paradas cortesanas. El planteamiento del paseo del Prado en tiempo de Carlos III respondía a los mismos criterios, determinó el futuro eje viario y de expansión urbana del paseo de la Castellana.

La rápida expansión del siglo xvi se hizo tan deprisa que no dejó espacio para la creación de plazas. Fue a principios del siglo xix, con el rey José I, que tenía como pretensión equiparar Madrid a otras capitales europeas que ya contaban con museos reales abiertos al público. Con dicha institución pretendía retener las obras de arte que su hermano Napoleón y ciertos militares franceses estaban llevándose a Francia. El museo como tal no llegó a fundarse; fue su sucesor en el trono español, Fernando VII de España, quien abordó su creación y lo inauguró en 1819, como Museo del Prado. El pueblo de Madrid le apodó El «rey plazuelas», puesto que abrió muchas plazas en la capital en perjuicio de iglesias y conventos, que fueron derribados. La más importante fue la plaza de Oriente, delante del Palacio Real.

Tras unos siglos en que el crecimiento quedó contenido en el casco antiguo, aumentando la densidad de ocupación originando, entre otras cosas, el modelo de las corralas, bien descrito por el costumbrismo madrileño), el ayuntamiento, impulsado por promotores privados (marqués de Salamanca), planteó una ambiciosa ampliación urbana.

Proyecto de Ciudad Lineal de Arturo Soria

Más allá de los bulevares que se abrieron cuando se derribó de la cerca del siglo xvii, se construyó el ensanche de la segunda mitad del siglo xix proyectado por Carlos María de Castro llegando la zona urbana hasta el entonces denominado paseo de Ronda, que discurría por las actuales Reina Victoria, Raimundo Fernández Villaverde, Joaquín Costa, Francisco Silvela, Doctor Esquerdo, Reina Cristina, Infanta Isabel, Ronda de Atocha, Ronda de Valencia y Ronda de Toledo. De 1878 a 1910 duran los trámites de expropiación para la construcción del cementerio de la Almudena en tierras del entonces pueblo de Vicálvaro, motivo por el este pierde parte de su territorio en favor de la capital, al desgajarse de él las conocidas como «las Huertas de Vicalvaro» (los barrios de La Elipa y Las Ventas del Espíritu Santo). En las zonas que quedan en el extrarradio del ensanche van apareciendo núcleos espontáneos de viviendas de autoconstrucción más o menos precarias en las vías de acceso a la ciudad.

Bloques de viviendas en Canillas, uno de los municipios absorbidos por Madrid a lo largo del siglo xx

A comienzos del siglo xx se planifica en su zona noreste la Ciudad Lineal de Arturo Soria. Su ambicioso plan no llegó a completarse en todos sus extremos, y su integración con la naturaleza quedó definitivamente desvirtuada con la urbanización de todos los espacios intermedios, tanto hacia el centro urbano como hacia el exterior. También se amplió la edificabilidad en la mayor parte de las parcelas, aunque todavía hay algunas siguen teniendo el mismo aspecto que a principios de siglo. También es uno de los pocos bulevares que se han conservado.

Desde finales del siglo xix el centro histórico sufrió alteraciones puntuales de alguna importancia, siendo la intervención más significativa la apertura de la Gran Vía, que junto con zonas de la Castellana (Nuevos Ministerios, AZCA) forman unos ejes «pantalla» que aíslan a ambos de sus lados zonas de menor altura de edificación y menor anchura del viario.

La periferia urbana del siglo xx corresponde con el espacio exterior a la llamada «almendra central» definida por la M-30, y que corresponde en su mayor parte a los antiguos municipios absorbidos tras la Guerra Civil. Además de los cascos históricos de esas poblaciones, las nuevas áreas residenciales creadas en el antiguo suelo agrícola son: barrios de chabolas posteriormente reedificados (Orcasitas, El Pozo del Tío Raimundo); o zonas de planificación de los años 1950 (San Blas); o promociones privadas de especulación urbanística de los años 1970 (barrio del Pilar) que a veces se han calificado de «chabolismo vertical». Los espacios intersticiales son ocupados por zonas de utilización productiva o los equipamientos públicos, que en la mayor parte de los casos tuvieron que conformarse con el escaso suelo que quedó libre de la especulación, en ausencia de una planificación con mayor perspectiva.

En el siglo xxi, la ciudad se expande con la creación de nuevos ensanches realizados en forma de damero, para acoger a la clase media y alta que decide abandonar el centro de la ciudad a favor de nuevas urbanizaciones cercanas a zonas verdes. Este Plan de Actuación Urbanística incluye los barrios de Montecarmelo, La Peseta, Arroyo del Fresno, Valdebebas, Las Tablas, Sanchinarro, Ensanche de Vallecas, etc). Estos ensanches incluyeron dos tipos de propuestas arquitectónicas: construcción de viviendas singulares y de autor realizadas por prestigiosos arquitectos; o construcción de grandes urbanizaciones de promoción privada con altos precios y lujosas dotaciones. El origen de estos ensanches coincide con el crecimiento de la burbuja inmobiliaria en España, en torno a 2005-2010.


Fuente: Wikipedia

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