Arquitectura de España


Arquitectura de España

Gracias a su variedad geográfica e histórica, España muestra una gran diversidad en su arquitectura. Aunque las obras más primitivas datan del Megalítico las obras de la Edad Antigua más imponentes son las procedentes de la época romana, entre las que destacan por su magnificencia el acueducto romano de Segovia, las ruinas romanas de Mérida o el puente de Alcántara. Los siete siglos de presencia islámica en la península dejaron un rico patrimonio artístico —Córdoba se erigió en capital cultural del califato Omeya—, con monumentos de gran interés como la mezquita de Córdoba o la Alhambra de Granada. Paralelo al desarrollo arquitectónico musulmán, en el norte cristiano se desarrolló en primer término el estilo prerrománico, aún alejado del resto de corrientes de Europa Occidental, aunque posteriormente se construyeron importantes representantes del estilo románico y gótico, como las catedrales de Toledo, Barcelona, León y Burgos. En el Renacimiento destacó el estilo sui géneris conocido como plateresco, cuyo monumento más representativo es la Universidad de Salamanca.

El barroco en España ocupó un lugar muy importante y, contemporáneo con las épocas más gloriosas y prolíficas del arte español, acabó extendiéndose significativamente a las colonias españolas en América, en especial a Nueva España y Perú. Del barroco surgen dos visiones diferentes: por un lado el austero estilo herreriano —concebido por el arquitecto Juan de Herrera— cuya obra cumbre es el Monasterio del Escorial, y por otra parte, el sobrecargado y desbordado estilo churrigueresco —de la familia Churriguera—. En Galicia, del barroco surgió un estilo único conocido como «barroco compostelano». El neoclasicismo se extendió gracias a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, pero sus postulados tuvieron menos éxito en España que el expresivo barroco. Su figura principal fue Juan de Villanueva, que adaptó las ideas de Edmund Burke y construyó el Museo del Prado (planeado como Gabinete de Ciencias), el observatorio astronómico de El Retiro o el Real Jardín Botánico de Madrid.

Ya en la Edad Contemporánea, el modernismo jugó un importante papel con amplia repercusión internacional. Centrado en Barcelona, convertida en un polo internacional de las corrientes arquitectónicas más innovadoras, el modernismo revolucionaría los esquemas tradicionales. El máximo exponente de esta corriente fue Antoni Gaudí, cuya construcción más destacada, dentro de su prolífica obra, fue la Sagrada Familia. Tras la muerte de Francisco Franco y la restauración de la democracia, se abrió un periodo de optimismo arquitectónico en España. El regionalismo crítico se convirtió en la escuela dominante, al tiempo que el flujo de dinero de la UE, el turismo de masas y una economía en ascenso resultaron en un campo fértil para la arquitectura nacional, con una generación de nuevas personalidades representadas por nombres como Enric Miralles, Rafael Moneo, Ricardo Bofill, Carme Pinós y Santiago Calatrava.


 

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