Pronóstico del coronavirus COVID-19


Pronóstico del coronavirus COVID-19

De entre los 41 primeros casos de COVID-19 que fueron tratados en hospitales de Wuhan, trece (32 %) necesitaron cuidados intensivos y seis (15 %) murieron.​ Muchos de los que fallecieron presentaban patologías previas como hipertensión arterial, diabetes o enfermedad cardiovascular que debilitaban sus sistemas inmunológicos.

En estos casos tempranos que acabaron en fallecimiento, la mediana de la duración de la enfermedad fue de catorce días y el rango total fue de 6 a 41 días.​ De los casos confirmados, 80,9 % fueron clasificados como casos leves.

Tasa de letalidad del coronavirus

Según un estudio de los fallecimientos por COVID-19 en la provincia china de Hubei, sobre un total de 72 314 registros de pacientes, 44 672 (61,8 %) fueron confirmados como casos de COVID-19. Entre ellos se registraron 1023 muertes, lo que supone un índice de mortalidad del 2,3 %. Este dato, sin embargo, puede ser una sobreestimación de la mortalidad real debido a que muchas personas pueden haber sido infectados, pero no presentar síntomas, y por tanto no haber sido contabilizados. Otros estudios indican que la mortalidad aparente fue mayor en las primeras etapas del brote (17,3 % para casos sintomáticos entre el 1 y 10 de enero), y que se fue reduciendo con el tiempo a 0,7 % para pacientes con aparición de síntomas después del 1 de febrero de 2020.1

Corea del Sur, que es el único país del mundo donde se realizaron desde el principio de la pandemia, análisis sistemáticos de grandes conjuntos de población (unos 10 000 al día, con 210 000 contabilizados hasta el 10 de marzo), se constató una tasa de mortalidad mucho más baja.

Al 3 de marzo de 2020 a nivel global, 3 110 de los 90 892 casos comunicados de COVID-19 habían muerto (3,4 %), según cifras indicadas por el director de la OMS.

Diferencia entre sexos y géneros

Según datos mundiales, en la mayoría de los países, las tasas de mortalidad por COVID-19 son más altas en hombres que en mujeres. Sin embargo, en algunos países como la India, Nepal, Vietnam y Eslovenia son más altas en mujeres (llegando incluso al 3,5 % en algunos países).

Por ejemplo, en el primer país que se ha mencionado (en donde se había registrado un total 6,4 millones de casos ya el 30 de septiembre de 2020), la tasa de letalidad es mayor en mujeres (un 3,3 % de mujeres frente a un 2,9 % de hombres), puesto que existe cierta desigualdad de género para acceder a la sanidad. No obstante, los datos son ambiguos y hay otros aspectos que se deben tener en cuenta, a saber: el menor grado de envejecimiento de la población femenina hace que las mujeres sean menos propensas a fallecer, pero el escaso número de pruebas no proporciona datos definitivos (se estima que el rango de mortalidad es elevado especialmente en mujeres de entre 40 y 49 años). La ignorancia respecto a la COVID-19 todavía se hace presente en numerosos ámbitos. Es primordial que se realicen estudios respecto a la edad, el nivel socioeconómico y la raza de cada persona con el fin de que se tomen medidas contundentes y efectivas para diferenciar definitivamente los aspectos biológicos de los ambientales.

Efecto según edad y patologías previas

Tasas de letalidad en Italia (hasta el 17 de marzo) y China (hasta el 11 de febrero)  
Edad (años) Letalidad en Italia (%) Letalidad en China (%)
0-9 0 0
10-19 0 0,2
20-29 0 0,2
30-39 0,3 0,2
40-49 0,4 0,4
50-59 1,0 1,3
60-69 3,5 3,6
70-79 12,8 8,0
80 o mayores 20,2 14,8

En Italia al 31 de marzo de 2020, se constató que la edad mediana de los fallecidos por COVID-19 fue de 79 años. El 69 % de los fallecidos eran hombres y solo un 2 % se encontraba con buena salud (es decir, ausencia de patologías previas) antes de la infección.

En China se observó también que la mortalidad aumentaba con la edad y es más alta entre los hombres que en las mujeres (4,7 % frente al 2,8 %). Mientras que los pacientes sin patologías previas tenían una tasa de mortalidad del 1,4 %, aquellos que sí tenían fallecían a tasas mucho más altas: 13,2 % para enfermedades cardiovasculares, 9,2 % para diabetes, 8,4 % para hipertensión, 8,0 % para enfermedad respiratoria crónica y 7,6 % para cáncer.

En un estudio publicado en línea en la revista Pediatrics, unos investigadores analizaron 2 143 casos de niños menores de 18 años que fueron comunicados al CCDC hasta el 8 de febrero de 2020. Aproximadamente la mitad de los niños tenían síntomas leves, como fiebre, fatiga, tos seca, congestión y posiblemente náuseas o diarrea. Alrededor del 39 % se enfermó moderadamente, con síntomas adicionales que incluyen neumonía o problemas pulmonares revelados por la tomografía computarizada, pero sin dificultad respiratoria evidente. Cerca del 4 % no tenía síntomas en absoluto. Pero 125 niños, casi el 6 %, desarrollaron una enfermedad muy grave y un niño de 14 años con infección confirmada por coronavirus murió. Trece de ellos fueron considerados «críticos», al borde de la insuficiencia respiratoria u orgánica. Los otros fueron clasificados como «graves» porque tenían problemas respiratorios graves. Más del 60 % de los 125 niños que se enfermaron gravemente o tuvieron una enfermedad crítica, tenían 5 años o menos. Cuarenta de ellos eran infantes, menores de 12 meses.

Por tanto, los efectos de la pandemia tienen mayor repercusión en los grupos de personas de edad avanzada y especialmente en las mujeres siendo la tasa de contagios mayor entre mujeres, aunque el virus es más letal en los hombres. Así mismo, el COVID persistente es más frecuente en mujeres.

Uno de los factores puede ser que los cuidados suelen recaer en las mujeres, y, por lo tanto, su exposición al virus es mayor que en el caso de los hombres. Además, dentro de la familia, los cuidados de las personas dependientes suelen recaer también en las mujeres. Entre sanitarios, el porcentaje de contagios también es mayor en mujeres (66%)

Según la OMS, en situaciones similares con otros virus, las mujeres también han alcanzado un mayor índice de contagios. En el caso de los hombres, la OMS también sugiere que estos tienen mayor riesgo de exposición en el ámbito laboral, mientras que las mujeres son más propensas a contagiarse en las actividades diarias, tal y como se indica anteriormente.

Conviene resaltar en este punto la cuestión de las residencias de mayores. La mayoría de personas en las residencias son mujeres, que a su vez son atendidas habitualmente por mujeres. Atendiendo a los datos del IMSERSO, las mujeres representan el 70,4% de las personas que viven en residencias, por un 29,6% de hombres.

En conclusión, es necesario incorporar a las personas mayores al debate, para que se haga efectiva la igualdad y se integre una mirada de género transversal que incluya todos los ámbitos de participación social.

Aunque en China hay mayor número de casos en hombres, en otros países asiáticos como Corea del Sur, hay mayor número de casos en mujeres. Además, hay otros países como España y Bélgica que registran un número desigual entre hombres y mujeres durante toda la pandemia. Al principio había más casos en hombres que en mujer, pero a partir del 31 marzo se empezaron a igualar ​ Sin embargo las mujeres son menos susceptibles a las enfermedades víricas gracias a sus disposiciones genéticas, los cromosomas X y hormonas sexuales.​ Por lo que, la mayoría de casos reside en los hombres, según los datos recogido el 5 abril.​ Así, podemos ver diferentes síntomas de COVID entre hombres y mujeres, manifestándose en hombres mediante fiebre, disnea, neumonía, síndrome de distrés respiratorio agudo y fallo renal ; mientras que en las mujeres, dolor de garganta, vómitos y diarrea.

Otra de las diferencias de género más  importantes es la desigualdad en el trabajo entre hombres y mujeres. En este caso, hay un mayor número de mujeres confinadas, puesto que se encargan de trabajos como el cuidado de personas mayores o en los que están más en contacto con los pacientes en los hospitales, ya que se registra un mayor número de enfermeras que enfermeros. Además, aunque se registre un caso mayor de hombres fallecidos y hospitalizados, hay una gran cantidad de casos no registrados, como por ejemplo en las residencias, que podrían tratarse de muertes de diferentes mujeres.

Efecto socio-económico

Cabe destacar el análisis de las consecuencias socioeconómicas de la pandemia del coronavirus desde una perspectiva de género. Las mujeres son las más afectadas en el plano laboral y, como consecuencia, en el plano social.​ Se puede afirmar que durante el primer confinamiento a nivel casi mundial las tareas del hogar aumentaron en gran medida recayendo estas en las mujeres mayoritariamente, el 78,7 % de las mujeres europeas realizan las tareas del hogar, mientras que sólo un 33,7% de hombres se encargan de esto.​ A esto le sumamos que debido al teletrabajo y demanda de trabajos a tiempo parcial ha aumentado y está más solicitado por mujeres que tienen que cuidar de sus hijos y hacer las tareas domésticas al mismo tiempo. Así pues, las mujeres se enfrentan a una carga triple de trabajo que puede agravar las desigualdades preexistentes.

El sector del servicio, así como los trabajos de cara al público o en primera línea contra la lucha del coronavirus son los más afectados en esta crisis, unos sectores compuestos por un mayor número de mujeres que de hombres por lo que son estas las que tienen que afrontar más pérdidas de empleo. Sumándole que en los trabajos a tiempo parcial se gana menos que en los de tiempo completo, una de las consecuencias más graves en el plano socioeconómico es el aumento de la brecha salarial que en términos globales constituye un 23% entre hombres y mujeres.

La situación de vulnerabilidad estructural del colectivo LGTBI también  ha incrementado a raíz de la pandemia. Las medidas en la economía han afectado especialmente a este colectivo debido a que un elevado número de personas LGTBI trabajan en sectores en los que las restricciones de contención del virus han supuesto la pérdida de numerosos puestos de trabajo, y dependen en muchos casos de fuentes de ingresos informales.

Por otro lado, la pandemia ha afectado a la salud mental, social y sexual de las personas LGTBI por varios motivos. El cierre de locales y espacios de ocio dirigidos al colectivo ha ocasionado una pérdida significativa de espacios de socialización seguros para las personas LGTBI.​ Además, las medidas de aislamiento han causado que muchas personas del colectivo hayan tenido que estar encerradas en situaciones de hostilidad, con familiares u otros convivientes que no aceptan su condición sexual e identidad,​ generando así situaciones de violencia psicológica e incluso física,​ con evidentes consecuencias emocionales y de salud mental, entre las que se encuentran un aumento o empeoramiento de trastornos de ansiedad y depresión. Además, este tipo de medidas han agravado a situación de soledad en miembros de la comunidad, particularmente en personas mayores LGTBI, ya que frecuentemente viven solas y no tienen relaciones positivas con sus familias.

Además, varios organismos de defensa de los derechos humanos (Human Rights Watch, Amnistía Internacional, IESOGI) apelan al hecho de que varios gobiernos han hecho uso del contexto de pandemia para criminalizar y demonizar a miembros de minorías como el colectivo LGTBI. Estas personas han sufrido las consecuencias de la promulgación de discursos de odio que las señalan como el foco de transmisión de la enfermedad, e incluso, en casos más extremos, como responsables de la misma.​ Asimismo, la pandemia ha causado que la entrada en vigor de derechos para la población LGTBI se haya aplazado o en algunos casos detenido.

Inmunidad natural frente al coronavirus

La respuesta inmunitaria natural de los seres humanos al virus SARS-CoV-2 se produce como una combinación de la inmunidad mediada por células y la producción de anticuerpos, igual que con casi todas las otras infecciones.​ Las células B interactúan con las células T y comienzan a dividirse antes de la selección en la célula plasmática, en parte sobre la base de su afinidad por el antígeno. La presencia de anticuerpos neutralizantes en la sangre se considera una prueba de inmunidad contra la infección, pero el nivel de anticuerpos neutralizantes disminuye con el tiempo, llegando a desaparecer tras tres meses en el 1% de los pacientes y tras seis meses en el 12%.​ Sin embargo, la ausencia de anticuerpos en la sangre no significa que el sistema inmunitario no pueda producir nuevos anticuerpos rápidamente en caso de reexposición al SARS-CoV-2. Las células B de memoria específicas para las proteínas de la nucleocápside y el pico del SARS-CoV-2 duran al menos 6 meses después de la aparición de los síntomas.

Dado que el SARS-CoV-2 ha estado en la población humana solo desde diciembre de 2019, al principio de la pandemia se desconocía si la inmunidad era duradera en las personas que se recuperan de la enfermedad. Se reportaron casos de reinfección en pacientes que ya habían pasado la enfermedad y se temía que el SARS-CoV-2 se comportase como algunos otros coronavirus, que son capaces de reinfectar después de aproximadamente un año.

En un estudio de enero de 2021 se encontró que la mayoría de los pacientes infectados por el virus SARS-CoV-2 quedan inmunizados durante al menos cinco meses, teniendo una probabilidad mucho más baja (el 83%) de infectarse de nuevo que aquellos que no habían estado expuestos previamente al virus. Además, en caso de reinfección los previamente infectados solían no presentar síntomas (78% de los casos) mientras que la ausencia de síntomas solo se dio en un 34% de los no infectados previamente.​ En un estudio de marzo de 2021 se observó que solo un 0,65% de los pacientes infectados por SARS-CoV-2 volvieron a dar positivo en PCR al menos tres meses más tarde y que ninguno se infectó una tercera vez. Se estima que haber sido infectado reduce, de media, un 80% la probabilidad de infectarse una segunda vez y que la protección dura al menos seis meses.​ En otro estudio publicado en mayo de 2021, se concluyó que la inmunidad natural contra el SARS-CoV-2 dura años, probablemente toda la vida, incluso en personas que tuvieron síntomas leves de covid o no tuvieron cuando fueron infectados.​ Ello se debe a la acción tanto de las células B como de las células plasmáticas de médula ósea de larga vida.

En total, se estima que haber contraído el virus proporciona una inmunización natural contra los síntomas de COVID-19 del 94%. Esta cifra es comparable a la que se anunció inicialmente para las mejores vacunas. No obstante, al igual que las vacunas, haber pasado el virus no garantiza que una persona no pueda volver a contraerlo y a contagiarlo, por lo cual las autoridades sanitarias recomiendan que todos los previamente infectados sigan aplicando los métodos de prevención habituales.

Un estudio israelí publicado en agosto de 2021 muestra que la inmunidad natural es en realidad más robusta y más duradera que la obtenida mediante vacunación.

La inmunidad innata frente al SARS-CoV-2 se utilizan principalmente por macrófagos y Células NK,en la inmunidad celular se utiliza por células dendriticas,linfocitos T CD4+ y linfocito T CD8+, y también en la inmunidad humoral la primera línea de defensa se utiliza la IgM y después la IgG, las citocinas implicadas en la inmunidad es el balance entre proinflamatorio y antiinflamatorio (IL-1β, IL-1RA, IL-2RA, IL-6, IL-7, IL-8, IL-9, IL-10, FGF básico, G-CSF, GM-CSF, HGF, Interferón gamma, IP-10,MCP-1, MIP-1a, MIP-1b,PDGF, TNF-α, VEGF y TGF-beta), la duración es alrededor de 2 semanas.


​Fuente: Wikipedia

Deja un comentario