Historia de Cuenca



Prehistoria y Edad Antigua de Cuenca 

Los primeros vestigios humanos de la provincia de Cuenca datan del Paleolítico Superior, en torno al 90 000 a. C. Las principales tribus de la zona parece que fueron en un principio los beribraces, que se dedicaban al pastoreo, y los arévacos, agricultores, llegando luego los olcades, de carácter indómito y guerrero, que tomaron el control de la mayor parte de la actual provincia, y los lobetanos, pastores y agricultores, que tenían su capital en Lobetum. Ya en época romana la serranía conquense, se vio envuelta en varias de las guerras celtíberas. Si bien en la provincia existieron tres importantes ciudades romanas (Segóbriga, Ercávica y Valeria), la zona de la capital estuvo muy poco poblada, habiéndose hallado tan solo vestigios de un pequeño asentamiento cercano al puente del Castellar.


Historia o Edad Media de Cuenca 

El esquema poblacional romano se perpetuó a la llegada de las invasiones bárbaras, aunque ya con un declive de los centros urbanos romanos.​ Es durante la posterior invasión musulmana cuando aparece constancia de poblamiento en el emplazamiento actual de Cuenca. Aunque no está clara su fundación, ya existía en el año 784 la ciudad de Qūnka o Kūnka, favorecida por la base que establecieron los Banu Di-l-Nun,​ e integrada en la cora de Santaver. La plaza fue creciendo en importancia y población, hasta que consiguió convertirse en capital de la cora. No obstante, al caer el califato de Córdoba en 1031, quedó integrada en la Taifa de Toledo,​ sirviendo de puente para la conquista de los reinos de Valencia y Córdoba. Como consecuencia de la derrota de Alfonso VI en Sagrajas, el rey sevillano Al-Mu’tamid aprovechó para adueñarse de Cuenca; pero, en 1091, los almorávides atacaron Sevilla y el rey Al-Mutamid se vio obligado a pedir ayuda al rey leonés. En 1108, Cuenca pasó al control de los almorávides tras la batalla de Uclés.

Según la tradición, Alfonso VIII puso cerco a la ciudad el día de la Epifanía de 1177 y entró triunfante en Cuenca el 21 de septiembre del mismo año. La población se distribuyó dentro de la ciudad de acuerdo con su religión: los musulmanes quedaron relegados a la zona del alcázar (actual plaza de Mangana), mientras que la judería se estableció en torno a la actual calle de Zapaterías y el resto de la ciudad se dividió en parroquias católicas. Una vez acabada la conquista, se constituyó un concejo y una sede episcopal y se llevó a cabo una campaña de repoblación.​ favorecida por el Fuero de Cuenca, que fue el prototipo de muchos de los subsiguientes fueros de Castilla, León, Aragón y Portugal. Alfonso X le concedió título de ciudad en 1257. Durante los siglos xiv y xv se empezó a configurar la parte baja de la ciudad, apareciendo los barrios de San Antón y de Tiradores.​ En el marco de las disputas entre el rey Alfonso XI y Don Juan Manuel, Cuenca llegó a formar parte durante algunos años del señorío de Villena, volviendo a pertenecer al rey cuando este le otorgó plena amnistía al señor de Villena. La ciudad fue asediada varias veces por los aragoneses, pero nunca llegaron a tomarla.


Historia o Edad Moderna de Cuenca 

Cuenca se convirtió en un importante nexo económico a causa, sobre todo, de la producción textil y ganadera. El comercio de paños y la producción de alfombras trajo consigo una extensa industria de transformación de lanas, calculándose que la población de la ciudad en el siglo xvi alcanzaría los 15 000 habitantes,​ Cuenca se convirtió en cabeza del sistema judicial y se le concedió el voto en Cortes,​ mientras que la bonanza económica se tradujo en una imparable actividad constructiva.​ Sin embargo, la epidemia de peste de 1588 fue preludio del declive que se alargaría durante todo el siglo xvii. A la epidemia le siguió una larga sequía y varias plagas de langostas que hicieron descender drásticamente la población hasta tan solo 1500 habitantes en toda la ciudad.​ De la misma manera, la subida del precio de la lana conllevó la decadencia de la trashumancia y, como consecuencia, el hundimiento de la pañería conquense. Aunque la economía se recuperó poco a poco, el siglo xviii comenzó con otra crisis que afectó especialmente a la actividad textil y conllevó el cierre de la Casa de la Moneda y de los molinos de papel. Durante la Guerra de Sucesión, Cuenca se puso del lado de Felipe V, que compensó a la ciudad añadiendo los títulos de «Fidelísima y Heroica» a los de «Muy Noble y Muy Leal» que ya ostentaba.

De los 80 telares existentes en 1735, solo quedaban 22 en 1763. El entonces arcediano y posteriormente obispo, Antonio Palafox, decidió relanzar la industria textil, intento que resultó infructuoso dada la prohibición de Carlos IV de abrir talleres textiles, a fin de evitar la competencia con la Real Fábrica de Tapices.


Historia o Edad Contemporánea de Cuenca 

A lo largo del siglo xix se conformó la ciudad actual, convirtiéndose la calle Alfonso VIII en la principal vía que comunicaba con la Plaza Mayor.​ Sin embargo, las agitaciones del periodo hicieron que la ciudad se mantuviera en estado precario hasta bien entrado el siglo xx. Durante la Guerra de la Independencia la ciudad resultó saqueada más de nueve veces, y la población diezmada.​ En 1833 se convirtió en la capital de la nueva provincia de Cuenca,​ al tiempo que comenzaba la Primera Guerra Carlista, que se saldó tan solo con varias tentativas de ataque.​ La Segunda Guerra Carlista apenas tuvo ninguna repercusión en la ciudad, mientras que durante la Tercera fue saqueada dos veces. El segundo ataque, en 1874, fue el más cruento de todos: ardió gran parte de la ciudad y la batalla de saldó con 300 muertos, 40 de ellos civiles, y 700 heridos.​ En 1883 llegó el ferrocarril desde Aranjuez, lo que unido a la instalación de unas pocas serrerías ayudó a la recuperación económica, superando los 10 000 habitantes en 1900.

Si ya a finales del siglo xix la parte alta de la ciudad deja de ser el centro económico y social, desplazándose este a la calle Carretería (en la ciudad nueva), este cambio se ve intensificado a medida que avanza el siglo xx.​ Se construye el parque de San Julián sobre las antiguas huertas del Huécar y aumentan en tamaño tanto este barrio como los de San Antón y de Tiradores.​ El dinamismo económico que se vivió a principios de siglo promovió la aparición de algunas industrias modernas y, por tanto, de los movimientos obreros y socialistas en la ciudad. El 17 de julio de 1931, días después de proclamarse la Segunda República, se constituyó el nuevo ayuntamiento. Durante la Guerra Civil, Cuenca quedó del lado republicano. Los primeros días reinó el caos, produciéndose los mayores destrozos, entre ellos el saqueo del Palacio Episcopal y la catedral, donde se quemaron los restos de San Julián.​ Aun así, y pese a los rigores de la guerra y los esporádicos ataques, Cuenca vivió bastante al margen de la guerra los años subsiguientes, siendo tomada por las tropas franquistas el 29 de marzo de 1939.

Los años de la posguerra son también los del éxodo rural y con él, la construcción de la Cuenca moderna, consolidándose de manera definitiva la ciudad nueva como centro de la ciudad, y quedando la ciudad antigua como barrio periférico, casi en estado de abandono en algunos puntos. En 1963 el casco antiguo de Cuenca y su entorno se declaran «Paisaje Pintoresco», lo que, unido a la fundación en 1966 del Museo de Arte Abstracto Español en las Casas Colgadas, promueve la recuperación de este entorno y su promoción turística. El 7 de diciembre de 1996 la ciudad antigua, sus antiguos arrabales y las hoces de ambos ríos son declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.


Fuente: Wikipedia


 

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